domingo, 25 de enero de 2015 0 comentarios

15. Cómo me acuerdo - Robi Draco Rosa feat. Juanka


Hoy quiero hablar de tí,
de lo que yo te amé...
Me dueles tanto, tanto...
que solo soy viento. 
Viento llegó, viento pasó.
Y cómo me acuerdo. 


Yo pensaba que vos eras la fugaz. Y resultó todo lo contrario, yo fui el fugaz para vos. Te duré tan poco... Hoy quiero volver a hablar de cuando te vi. Hoy quiero hablar de ayer y de lo que has cambiado. No te culpo. Yo tampoco soy el mismo, no soy igual...  Hemos crecido tanto, separados, Crecimos y nos separamos. Nos distanciamos, por espacio, por tiempo y por resultado... Somos distintos, amor... Aún me gustas. Y yo te gusto más, pero no estás aquí.... Te gusto más pero soy tu mayor contradicción, tu mejor error. Te duele el viento. Me duele ser el viento. Mis palabras que antes te tocaban, te sujetaban y no te dejaban caer, hoy solamente te acarician.... Sólo soy un viento... Viento llegó... viento se fue.

Solo por ti viví
Gracias a ti. 
Yo sé... 
Viento llegó, viento se fue.

Mi tiempo llegó. Mi tiempo pasó. Tu tiempo llegó, tu tiempo se fue. Solo somos vientos... Viento del norte, viento del sur, jugando ser tornados, acabamos atorados, atrapados en una reiteración del pasado.  ¡Y yo me acuerdo! Esta a tu lado, como si fuera ayer... Me acuerdo como nos encontramos, nos calentamos, nos enfríamos y ¡ay, cómo chocamos!  Viento llegó, viento se fue.... Vos también fuiste viento.  Vos fuiste tiempo... Tiempo llegó, tiempo se fue... Tiempo murió... Y cómo te extraño.

Y cómo me acuerdo
¡Ay, yo te llamo!
Yo que te llamo
Dónde estés ven volando... a mi lado

Me acuerdo de tu cabello y me olvido de tu voz. Me acuerdo de tu nombre y me olvido de tu calor. Me acuerdo del dolor y me olvido del amor. ¿Te parece justo?  Lastimaste mi memoria selectiva, la volviste caprichosa... Y yo te extraño.  Extraño todo lo que no me acuerdo de vos, porque todo lo que recuerdo todavía me pertenece. Dónde estés, ven volando... Ven un rato... pero ven volando y quédate una noche, a mi lado.  Ven volando, que la nostalgia me va a golpear.

¿Dónde andarás? 
Lejos de mí
¿Quién te dará
lo que te dí? 
¿Quién dormirá abrazado a tí?
¡Cómo yo!

¿Quién te sentirá como yo te sentí? ¿Cuándo enfrentarás la historia que dejaste atrás? ¿Cuándo le darás cierre a la puerta que optaste por abrir?  ¿Quién leerá tu mente con sólo mirarte? ¿Quién leerá tu corazón con sólo imaginarte? ¿Quien leerá tu cuerpo con las yemas de los dedos? Nadie más, como yo. No hay marcha atrás, solo la senda en la que todavía espero tu regresar. 

Cómo me acuerdo, amor
cómo si fuera ayer.
Viento llegó, viento pasó
y tu no estás aquí. 

Tu tiempo llegó. Tu tiempo pasó. Mi tiempo se fue, como el viento, amor. Y yo no estoy más con vos. Y vos te acuerdas, amor. Pero te acuerdas a cuentagotas. Te acuerdas de lo que tu llamas esencia, olvidando que lo esencial descansa en los detalles que olvidas. ¿De qué te acuerdas, si mi mirada cambió?

Viento llegó, viento pasó, y yo, cómo me acuerdo amor!
Y ay, yo te llamo, yo que te llamo
Dónde estés, ven volando... a mi lado.
Hey, voy a buscarte por donde estés
pa' que vuelvas a mí.
Y así
nos volvamos 
a enamorar.

Mi tiempo llegó. Nuestro tiempo pasó. Viento se fue. Tu tiempo se fue. ¡Y cómo me acuerdo, amor! Cómo si fuera ayer. Algún día te buscaré, buscaré a la que vos eras ayer. Te buscaré en tus sombras, te buscaré en tus huellas y en tus proyecciones... Te buscaré algún día, y te traeré hacia mi para que así, por primera vez, nos volvamos a enamorar. 

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Preludio - ¡Cómo me acuerdo!

¡Ay, como me acuerdo! ¿Será que los niños también envejecemos? ¿Será que dejé de ser un muchacho? ¿Será que un día, sin más, me empezaron a llamar 'señor', en tono de gente grande? ¿A qué ratos a mi barba le salió la primera cana? ¿En qué momento la línea de expresión de la frente empezó a convertirse en una arruga? 

Hace unos años, el 'Sensei' - mi maestro de Kenpo japonés - encontró que lo que yo llamaba 'alergias al frío' era en realidad un problema de estrés, de ansiedad y de tanta cosa más. Recuerdo que me trató con acupuntura. Recostado en la camilla, boca abajo, sentía el leve pinchazo de las agujas entrando en mi espalda. Ese día, a través de la activación que las agujas ocasionaron en mi ser, vinieron a mí muchos recuerdos, muchas emociones....

Hoy, al retomar este espacio he vuelto a recordar.... 

¡Ay, cómo me acuerdo! Me acuerdo de mi abuela, Matico, cuidándome cuando era niño. Me acuerdo del olor a lluvia sobre el pavimento en las mañanas cuando iba a la escuela. Recuerdo el frío que entraba entre el pantalón y los zapatos, congelándome los tobillos. Cómo me acuerdo de todas ellas... de la A la Z... desde Alex hasta Zannah... Pasando por Belu.... Siempre Belu, su lunar, su sonrisa casi irresistible y el tonito de su voz, casi impertinente.... Creo que llegué a adorarla. Sin motivo aparente o lógico, como suele pasar en todas las 'adoraciones'. Me acuerdo del 'olorcito a dolor' que viene cuando recibes un golpe en la nariz. Cómo me acuerdo, no de mi primera vez.. Si no, de mi mejor vez.... Me acuerdo del vestido tornasolado, hombros descubiertos, de la flaquita de cabello castaño que esa noche no quiso bailar conmigo, pero terminó diciéndome ella para bailar... Me acuerdo de mis compañeros de la escuela de entrenadores de fútbol.. coreando mi nombre, y haciéndome sentir querido. Posiblemente, una de las más gratas sorpresas que he tenido jamás. Me acuerdo de los goles que marqué y de las patadas que recibí.... Me acuerdo de las promesas que me hicieron y que no llegaron a cumplir... Cómo me acuerdo de vos, de tu cabeza sobre mi pecho.... Cómo me acuerdo de la vez que te sentaste no en frente mío, si no junto a mí y se te escapó alguna lágrima porque me ibas a extrañar... Cómo me acuerdo de los amigos que quedaron en el camino. Son soldados caídos a los que rindo homenaje en cada nueva amistad que me acompaña.  Cómo me acuerdo de tanto amor,  de tanto dolor.. Que a la larga y hasta hoy han sido caminos intermitentes, alternantes, casi paralelos... Cómo me acuerdo de las cosas que se dijo a mis espaldas... Cómo me acuerdo del filo de mi espada. Cómo me acuerdo de mis amigos en Rosario... Me acuerdo de lo que era vivir a unas cuadras del río y de salir a correr, o mejor a caminar por Oroño o la Costanera... Cómo me acuerdo de María Laura, mi compañera de trote.  Cómo me acuerdo de los goles que canté. Cómo me acuerdo de aquel tiempo en que fui capaz de un amor puro, inocente y casi total... Cómo me acuerdo de mis tíos Gonzalo y Fernando, de mi abuelo Humberto... de mis bisabuelos, Enrique e Isabel... Cómo me acuerdo de todo lo que dijiste y de todo lo que callaste.... Sobre todo, de tus silencios, y de todo lo que callaste y con ello dijiste. 


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De vuelta....

Escribir debe ser de las actividades más placenteras que puedo hacer estando solo.  ¿Entonces, por qué dejar abandonado este blog, un espacio tan mío, tanto tiempo? La respuesta es bastante compleja y tal vez hasta sistémica, en el sentido que no se trata de una razón sino de varias:

Tal vez las razones sean poco importantes para los fieles lectores de este espacio y, peor aún, para aquellos quienes se unan a mis 'aventuras' y 'desventuras'. Pero creo que pueden ser importantes, en el caso de que se encuentre un cambio de ideas, de estilo.. en definitiva: un nuevo Juanka


Ha pasado casi un año y medio desde la última entrega. Muchas cosas han cambiado desde entonces.
  • Vivo en Buenos Aires, Capital Federal. 
  • Soy Director de una escuela de fútbol femenino, a nivel amateur. También en Capital Federal.
  • He profundizado en mis estudios de Programación Neuro Lingüística y Comunicación No Verbal. 
  • Soy el 'orgulloso padre' de dos perros de raza chow chow. Kobe (7) y Mila. (3 meses). Hace un año perdí a Kena (1 año), también chow. Estaba muy enferma, la pequeña.
  • Estoy soltero...y 'no siempre hago lo que quiero'. 
  • Hace algo más de seis meses comencé a practicar 'Método DeRose'. www.metododerose.com.ar
  • La práctica ha conllevado una transformación alimenticia en mi vida. Y un cambio alimenticio, generalmente termina siendo un cambio fundamental en nuestras vidas.  He pasado de ser un carnívoro convencido a un 'vegetariano wannabe'. La transformación completa a 'vegetariano' no será fácil. Pero creo que es importante: Se trata de tener una dieta más sana, mejorar la salud y también tener más energía.
  • He logrado profundos cambios internos con el apoyo y la guía de mi terapeuta, una gran psicóloga y amiga, Vero.  Creo que soy el mismo de antes, pero con muchos cambios que espero se traduzcan en historias más ricas.
Volver es siempre un placer, más cuando volvemos sonrientes y con historias por contar. Gracias por esperar, gracias por volver.
martes, 16 de julio de 2013 0 comentarios

14. El rencuentro del predador y la presa

¿A dónde te vas a esconder ahora? ¿A dónde vas a correr? ¿Quién te cubrirá de tus propios juicios? ¿Qué vas a hacer, en este momento, en que recuerdas que no eres tan buena persona como te gusta creer?

Caminas indecisa y con pasitos apurados, temes trastabillar, el frío y duro pavimento sostiene la momentánea caída de tu mirada, tus mejillas se han ruborizado, muerdes la comisura derecha de tus labios. El viento viene a contramano y mueve tu cabello sobre tu rostro. Te lo arreglas y sientes que has cometido un error más en una serie de errores consecutivos que parece interminable: has vuelto a mostrarme tu rostro y te ruborizas aún más. El calor de tu cara se contrapone al frío que corre a las doce de una mañana de invierno entre Pueyrredón y Santa Fe. Sabes que, finalmente, nos hemos encontrado.



No planeé volverte a ver. Vos tampoco tenías en mente encontrarme de nuevo. Pero, era probable. Yo viviendo cerca de tu casa, vos trabajando cerca de mi laburo; ambos acudiendo al café que no nos tomamos, vos los días múltiplos de tres y yo los que terminan en cinco; haciendo las compras de fin de semana, vos los viernes y yo los sábados, pero siempre en el mismo supermercado; Vos cruzando Santa Fe hacia Recoleta y yo hacia Balvanera, pero siempre por la misma esquina  y a dos minutos de diferencia; vos intentando ignorar a todos los flacos en los que me encuentras, y yo reparando en todas las chicas que guardan una leve reminiscencia sea de tu cabello, sea de tu mirada, hecho que a estas alturas ha llegado a fastidiarme. 

Hoy me adelanté a tu reloj, vos te atrasaste a tu planificado destino, y como hace cinco años, estamos nuevamente, uno frente al otro como dos extraños. Fingimos que no nos conocemos. Ese es tu juego. ¿Preferirías fingir que somos enemigos? Estamos a metros de encontrarnos y en direcciones contrapuestas. Como siempre, como si finalmente nos fuésemos a unir, como si finalmente nos fuésemos a estrellar.   

La imagen actual se vuelve la mejor metáfora de lo que es nuestra realidad.  

Tus pies frenan tu media vuelta que ahora se hace más improbable, no hay dónde huir. Tampoco estoy cómodo. Tus dedos se mueven en busca de un botón en tu celular que te permita resetear el programa, volver a empezar. Necesitas algo que elimine el temblor de tus piernas. Te has quedado sin palabras y la boca se te seca.  Sospechas que te he visto, estás casi segura de ello, pero te aferras a una leve esperanza de que no. Temes moverte porque, como si yo fuese un animal salvaje, no quieres llamar mi atención con movimientos no espontáneos.  

Estás hermosa. Durante este último año la vida ha sido menos buena con vos de lo que aparentas, pero ha dejado casi intacta tu belleza. Tu cabello suelto se mueve un poco con el viento y te vuelve a cubrir la cara. Sabes que acomodarte el cabello llamará mi atención, pero temes perderme de vista y que me acerque sin que lo percibas. Acabas de recordar que soy un león.


Hoy te has puesto la blusa blanca cuyo cuello cubre el tuyo y el abrigo que tanto te gusta. Estás hermosa, pero piensas que no. Ahora dudas si piensas que no estás hermosa, solamente para llevarme la contraria. Te da rabia que nos hayamos encontrado. Ahora quisieras que yo te encuentre no fea, pero si común e imperceptible, para poder contrariarme sintiéndote bellísima. No estás segura de que afectaría más tu autoestima: si sentirte fea, o que te has vuelto común e imperceptible para mí. Entonces descubres que todavía te importo. ¡Odias ambas ideas!  Y me odias a mí no solo por provocarlas, sino porque sabes que sé que las he provocado.

Tratas de encontrar excusas para esa sensación ambigua que merma la seguridad de la que gozabas hasta hace solo unas cuadras. Piensas que el resfrío te desfavorece. No es así, pero lo noto. Ya te has dado cuenta que lo he notado y tu odio aumenta un poco más. Desearías que se me escape algún detalle, que mi mente no se encuentre tan lúcida y la tuya tan errática. Recuerdas que no se me escapa el menor detalle y quisieras congelar el tiempo para revisar tu imagen en un espejo. Parece que te has olvidado que hubo un tiempo en que yo hubiese almacenado bajo siete llaves cada una de las imágenes que te rodeaban, que las hubiese coleccionado como aquel rompecabezas de diez mil piezas que estuve a punto de terminar cuando era chico.

Vos te convertiste en el puzzle de diez mil piezas que no puedo terminar en mi vida adulta. Me escondiste las piezas para que no te busque y para que si te buscase, nunca te encuentre. Lo hiciste en una inusual muestra de poder, placer, incoherencia y miedo.  Lo sé. Cuánto mayor poder experimentaste al borrar todo rastro mío, mayor miedo sentiste. Convengamos que el poder siempre te excitó. Las heridas que una vez lamimos son cicatrices que ambos mostramos, con mayor o menor orgullo.

Ahora sientes lástima por mí, como si fuese un perro, alguna vez envenenado, al que encuentras, ahora callejero, buscando qué comer entre la basura. Recuerdas que la última vez que comí veneno fue de tu mano. Instintivamente , escondes tu mano en tu abrigo. Piensas que creí que sería un gesto natural ante el frío, pero recuerdas que no soy un perro callejero sino un león al que no se le escapa detalle y ahora ya sabes que has admitido toda culpa con un gesto tan simple como guardarte la mano que me dio veneno en el bolsillo.

Poco a poco, Sante Fe se queda como vacía... Los autos pasan, pero no importa y la gente camina o espera, pero importan menos. Son una jungla que solo sirve de escenario en este juego de predador y presa que te has inventado y que los dos jugamos sin distinguir muy bien los roles que intercambiamos segundo a segundo.

Te odias más y me odias un poquito más todavía. Te entraron ganas de pedirme perdón y es algo que no estaba en tus planes. El perdón no se pide, se ofrece... Pero igual te entraron ganas de pedirme perdón y de pegarme en le pecho. Te arde un poco los ojos y sientes deseos de llorar, quisieras que el semáforo cambie de una puta vez  para cruzar corriendo y detenerte frente a mí, darme un abrazo y echarte a llorar sin freno, obviar el perdón, porque dudas que puedas emitir palabra alguna. Simplemente quieres sentir que el calor de mi pecho contiene el perdón que necesitas saber que existe, pero que no persigues.... Acabas de sacar tu mano del abrigo y yo lo he notado. 

Buscas a los lados alguna señal de escape que te aleje de mí. Buscas un 'rompa el vidrio en caso de emergencia'. Me miras en los espejos de un auto... 'Objects in the mirror may be closer than they appear'. Te asusta esa frase porque la pensaste como una señal, como una advertencia y temes que al volverme a buscar con la mirada estemos tan cerca que enfrentarnos sea irremediable... 'Objects in the mirror'... Lo sé. Para vos fui un objeto.




Cruzamos finalmente, nos acercamos. Recuperas algo de seguridad, como quien no tiene otro camino. Te pesan los pies por el solo efecto de la vergüenza. Me miras a los ojos, una leve sonrisa empieza a dibujarse en tu boca, tomas aire para decir alguna palabra, o al menos intentarlo. Habías guardado tu mano otra vez en el bolsillo... Al llegar frente a mí te detienes y sacas el brazo, extiendes tu mano hacia abajo y te sorprende encontrar el veneno que un día me diste, ahora añejo. Sonríes más, como si recuperases el poder antes perdido, como si recordases que no me ves como un igual y noto que volverás a acelerar y me pasarás de largo. 

Pasas junto a mí, el viento vuelve a soplar y no te cubre el cabello la cara, sino que empuja tu cabello hacia mi hombro y tu bolso roza mi muñeca. Ese segundo te dura una eternidad,  y tu eternidad me dura un segundo. Has pasado a mi lado mostrándome que aún guardas lo que me hirió, y yo paso mostrándote que camino sano, fuerte y sin miedo. 

Ahora quieres regresar y disculparte, sabes que lo has vuelto a hacer. 'Perdón... perdón... perdón... Juanka, perdón....' Piensas mientras adoras y odias tu esencia. No lo dices. Te detienes y empiezas a girar sobre tus pasos para buscarme, pero será la marejada de gente cruzando Santa Fe la que no te dejará reencontrarme. Será la boca del Subte la que me trague, pero será mi boca la que se trague las palabras que podría haberte dicho. No girarás más para mirarme, aunque tengas miedo de convertirte en piedra y de no volverme a ver. No giraré  para volverte a ver porque sé que no será la última vez que nos encontremos. Después de todo, este encuentro era bastante probable, como probable era saber que aún no has podido soltar tu veneno.
miércoles, 27 de febrero de 2013 0 comentarios

Re-edición: El fénix en mí


*Publicado en enero del 2008. 

Había llegado el día esperado de nuestra visita a Bond Street. Era el ‘día de tatuarse’. Mi hermana, Gabriela, y yo habíamos acordado que ese sábado sería cuando un pequeño escorpión se vuelva parte de su cuello y un fénix del tamaño de mi puño se funda con mi espalda.

Es difícil decir que una experiencia obligatoria de un hombre o una mujer joven viviendo o visitando Buenos Aires sea tatuarse. Pero, posiblemente, Capital Federal tenga los mejores locales de tatuajes en relación calidad precio en Sudamérica. Aparte, muchas personalidades de la farándula y del deporte argentino frecuentan esos locales, lo que le da cierto glamour al acto.

Curiosamente, estuve muy cerca de arrepentirme. La primera vez fuimos muy 'a la buena de Dios' y me encontré con varios detalles que me iban desanimando sobre la decisión tomada. Nos acompañaba un grupo de gente, amigos de mi hermana, a una ceremonia que para mí era un acto de alquimia, no podía ser compartido con tanta gente. Era algo, casi íntimo.

Más contratiempos: Llegamos muy tarde. No podían atender sino a uno de los dos. Mi tatuaje tomaría un poco más de una hora, se requería cita previa. Ni siquiera tenía suficiente dinero en pesos argentinos en el bolsillo para pagar el valor del tatuaje…. Todas estas circunstancias me iban desanimando.

Siempre he creído en señales. La vida nos da señales que nos guían por el camino que debemos tomar, eso creo. ¿No había suficientes señales ahí que me decían NO TE TATUES? Lo tenía tan pensado, tan planificado, y lo había deseado tanto que la simple idea de la vida diciéndome ‘no lo hagas’, me entristecía.

Esto también me trajo memorias de algunas veces cuando la vida me ha dicho ‘no por ese camino’, ‘ella no te conviene’, ‘te vas a hacer daño’, o inclusive ‘Te va a doler’ [1]. También pensé que la mayoría de veces he ignorado esas señales de forma descarada y he sufrido alguna desagradable consecuencia. ¿El tatuarme o no era otra de esas decisiones? Pensé que no, esta decisión me incumbía únicamente a mí, mi cuerpo y mi alma se iban a enfrentar, se iban a encontrar en un punto que ambos conocen bien: el dolor.

No le tengo miedo al dolor. No significa que no me duela. Tampoco significa que no me vaya a quejar. Pero he aprendido a convivir con mis dolores. Le he perdido el miedo a esta palabra. Una vez escuché a una mujer que decía que pasada cierta edad, cuando una mujer despertaba sin un dolor era porque estaba muerta. Me pareció una visión pesimista y un tanto estúpida de la vida. Yo prefiero creer que aunque no es normal que nos pasemos la vida inmersos en un permanente dolor, el dolor es una señal inequívoca de que somos seres sensibles y de que estamos vivos.

Había una vez un corazón. Hubo una vez en que ese corazón me dolía. Hubo recuerdos que quemaban y otros que me helaban. Hubo recuerdos que me abrigaban y otros que reclamaban abrigo. Hubo recuerdos que se desvanecieron… Tengo un pasado que no abruma a nadie, sino a mi mismo… y eso solo pasa cuando se lo permito. Tengo una avalancha desordenada de memorias que se me viene encima y hay momentos cuando los sentimientos se mueven torpes en mi memoria. A veces lo que duele, lo que abruma, es que los recuerdos se vuelven borrosos, menos constantes y mi pasado es mi posesión más valiosa. Mi pasado es el único camino que conozco hasta el día de hoy.

Hay un pecho grande, que es el lugar donde habita mi presente. Está vacío. Ahí se debe plantar una semilla de corazón con la sonrisa de alguna niña que yo sé, pero que aún no encuentro. Hay un pecho grande, pero está vacío. A veces la ausencia del dolor es más penosa que el dolor mismo. Como contrapeso en este presente hay una espalda grande lista para grandes cargas, lista para pequeñas también. Lista, sobretodo, para cargas importantes. Ese es el nido del fénix. Siempre arde, siempre está ahí, siempre me recuerda quien soy, que tan bajo caí que tan alto me levanté.
Hay unos ojos, fuertes y de mirada sincera, endurecida, valiente y optimista. El fénix también arde ahí adentro, sin terminar de quemarse jamás, porque avanza hacia un futuro que pretende hacer suyo.

EL FENIX

Cuenta la leyenda que esta ave habitó la tierra. La vieron en África. La vieron en India. La vieron en el Medio Oriente. La vieron volando con su plumaje amarillo, incandescente, rojo, hiriente y herido, dorado, y valiente, naranja, fuego puro… Vivió en el paraíso y debió quedarse ahí. Fue el único animal capaz de rechazar el fruto prohibido, por lo que recibió de premio la inmortalidad. Su nido olía a diferentes hierbas aromáticas y especias… A vainilla olía, a canela olía… A clavo de olor… a romero y a laurel… A sándalo, a jazmín y a azahar… y hasta a pachulí se dice que olía…. Huele a tantas cosas más que ya he olvidado, porque los fénix, nosotros, solo ardemos cada 500 años dentro de nuestros nidos. Pero también estamos encendidos siempre.

Las agujas se clavan por mi espalda desnuda. De cierta forma, en algo me recuerda al‘triqui-traca’ de la máquina de coser de mi abuela….al ‘tic-tac’ del reloj que me dio mi viejo cuando cumplí doce años… y hasta me recuerda al misterioso sonido de la máquina de escribir de mi bisabuelo. Es mi vida pasada… Las memorias y el dolor se mezclan.

El dolor de la aguja se traduce en una revolución de memorias e ideas. Entran primero los golpes que di y que me dieron. Vienen las mentiras que creí e incluso alguna que dije. Diría que fue por miedo, pero sonará a excusa…. Pero sí, dije mentiras algunas veces.

Puedo sentir todo esto. El dolor es también los amigos que ya no están. Es los amigos que reaparecen, pero ya no son ellos mismos porque yo tampoco soy más el que una vez fui…. Recuerdo mis juegos cuando niño. Caí muy duro algunas veces y me costó levantarme. Lloré. Hubo manos extendidas. Muchas se cerraron y se volvieron puños.


Duelen nombres propios.

Duele la Almudena que enterré en la arena. 
Duele Carolina que ardió en gasolina. 
Duele Fabiana, nunca tanto como Suzannah. 
A la primera me demoré en olvidarla una semana, 
a la otra la olvidaré mañana… 
Duelen sus miradas indolentes 
y que se perdieran entre la gente. 
Duele Mayela en la memoria y duele como un clavo en la muela. 
Duele Carla… no rima… ¡pero como duele! 
Estoy seguro que el amor debe doler,
pero como duele el ‘falso amor’. Ese que parece, pero no es. 
Ese que aparece, pero es espejismo. 
Duele. Y ahora es un dibujo sangrante en mi piel.

Duelen los amigos que no están. Duele que no vuelvan aún los que han de volver. Duele que no lleguen los que hasta hoy no conozco. Duele los que se presentaron como amigos, pero no fueron. Duelen nombres comunes. 


Arde y quema mi piel. Arde que no estés. Arde que no hayas llegado todavía. Arde esperarte y arde no esperarte. Arde que lleguen otras que no son vos.



Quema el miedo. Quema la valentía que uso para vencer ese miedo. La aguja quema la piel. Tinta y aguja pintan el plumaje del fénix y yo siento millones de recuerdos que me abruman. Recuerdos sin nombre, sin orden cronológico, simplemente golpeando como olas un arrecife. Son tantos y tantos que podría desmayarme abrumado, no es el dolor en sí. Ese ya no importa. Con ese dolor convivo. Y aunque no lo ignoro, y aunque en verdad lo siento, no lo rechazo. Está conmigo, es parte de mí. Pero, si, son tantos recuerdos que me echaría boca abajo a reír, a llorar, a gritar un poco hasta que el grito se vuelva un suave eco y me quede dormido.


En parte es como si eso hubiese pasado. Me reí y lloré. Grité un poco hasta volverlo un suave eco que solo lo escucharon algunos perros callejeros.

Por fin desperté de ese sueño. Fue cuando sentí que mi plumaje estaba listo, que mis alas ardían, pero tenía alas y volaba. Fue cuando sentí que todo estaba completo otra vez, listo para levantar el vuelo. Listo para levantarme las veces que hagan falta. Listo para seguir mi camino, listo para asumir mi rol en la pelea. Listo para resurgir. Listo para volar, porque me volví uno con el fénix. Porque me reconocí fénix. 

(1) Como diría Maelo Ruiz en esa inmortal salsa: ' Te va a doler como me está doliendo ahora que me dejas'.





domingo, 27 de enero de 2013 0 comentarios

13. La noche en la que todo pudo cambiar


* A Marc y Julieta, por estar ahí. 

Volver a escribir es todo un ejercicio. Empiezo a sospechar que después de hacerlo es posible que me duela un poco el corazón, pues es un músculo que no estaba usando. Al menos, no de esta forma. Hace tiempo que no lo usaba para recordar, volver a vivir, contar mi historia sobre un pedazo de papel y sobre un teclado.

Todo pudo haber sido diferente esa noche. Pero no, a veces soy más porfiado que Dios, o que el destino, como se quiera llamarle.  Esa noche en lugar de fluir estuve dispuesto a torcer, doblar y forzar hasta lograr lo que quería.

Mis amigos Marc y Julieta estaban convencidos, como muchos otros, que una posible relación con Natalia se había vuelto prácticamente inviable. Ella había empezado a noviar con un tal Franco hace solo cinco días, un tipo que no podía ser más diferente que yo. Franco era física, intelectual y emocionalmente distinto a mí. Y ella lo había elegido a él. Para mayor tortura sabía que esa noche iban a cenar fuera y no podía sacarme eso de la cabeza. Todo el mundo daba esa guerra por perdida. Todos, menos mi voluntad. ¿Mi voluntad o mi obstinación?

La vida se empeñaba en mostrarme que ese no era el camino a seguir, y yo más insistía en transitarlo a pie cuando hacia mi venía una estampida de búfalos furiosos. Había que darme un premio por mi voluntad y un castigo por mi tozudez. Estoy seguro que terminé recibiendo ambos.

Dormía mal y me alimentaba peor. Nunca vi a Rosario tan gris y pesado como esos días, como si el aire hubiese contenido gotitas de mercurio. Era invierno y posiblemente, el más crudo que he tenido que soportar porque la sensación gélida húmeda que sentía en la ciudad se me había metido al alma.  Me sorprendía lo errático de mi comportamiento. No era yo, sino una versión mía bastante difuminada, casi irreconocible, borrosa, malhecha, aburridora, detestable...  Mi seguridad habitual se había ido evaporando con la entrada del aire frío a mis pulmones. Odié la paradoja, yo que siempre las había amado.

Hoy siento que forcé las cosas: Pensaba que ella corría peligro en brazos de Franco. Para mi, Natalia era una muñeca de cristal de bohemia viajando en el lomo de un rinoceronte desbocado y cuesta abajo, una bailarina de origami bajo el aguacero, el último verdor que la nieve no tardará en cubrir. Es por eso que había decidido jugar el rol de héroe, una vez más como tantas veces. Fracaso. Fui un héroe consumido en mi propia heroína, por mi propia heroína.

En las relaciones no se necesitan héroes, se necesitan iguales y nosotros no lo éramos.  No hablo de iguales en similitud, sino de estar en la misma sintonía, de hablar con la mirada el mismo idioma, de ser capaces de respirar el mismo aire, de creer en los sueños del otro aunque no sean los propios… Totalmente encaprichado, no lo vi. Insistía en abordar un barco bamboleante en medio de una terrible tormenta. Pensaba que ya había transitado aguas más bravas, pero no era así.

Esa noche estaba física y mentalmente cansado. Durante casi cuatro meses me había esforzado en acercarme a Natalia, pero mientras más me esforzaba, más me estrellaba contra un acantilado

‘Esta es la última noche que la espero. Basta de amores obsesivos.’ 

Me había dicho mirándome al espejo del baño del boliche. Me daba mucha vergüenza con Marc, pero especialmente con Julieta que estaba de cumpleaños y que había notado mi bajoneo y en vano, intentaba animarme. Nunca les dije a los chicos nada, pero no me olvido de esa noche, de sus palabras de aliento y de sus intentos de alegrarme. Me sentía afortunado por tenerlos cerca.

‘No más. Es el cumple de Juli, a poner buena cara y pasarlo bien.’  

Poco a poco me fui animando. En el boliche la música era casi ensordecedora y yo cantaba el tema de moda con fuerza. Me puse a bailar. Lo pasé realmente bien, por primera vez en mucho tiempo. Me permití sonreír. No tenía intención alguna de atraer o no atraer a alguien, simplemente quería descargar, cambiar la energía negra que sentía dentro de mí por una mucho más clara, diáfana, sana… Pronto disfrutaba de mí mismo, del baile y del juego en el baile. Recuerdo que reparé mucho en los ojos claros y la cabellera rubia de una de las amigas de Julieta. Marc tenía razón, para variar. 

‘Man, It’s not the only girl in the world’. Me había dicho con su acento alemán tan marcado para el inglés. Yo había estado actuando como si lo fuera, ignorando tantas veces el consejo de mi amigo.

Recuerdo a la rubiecita, a la Guapita, como le llamé para futuras autoreferencias, porque me sonrió y le sonreí. No significó nada, pero significó mucho. Significó que podía salir del estado en el que me encontraba; que, claramente, había estado forzando las cosas por mucho tiempo; que estaba nadando contracorriente y que hasta el salmón más fuerte puede verse derrotado por la fuerza del agua; que había mucha más gente interesante, persiguiendo sus sueños, chicas emocionalmente sanas, y lindas en el mundo, en la ciudad.

Dicen que en Rosario están las mujeres más lindas de Argentina. Es la pura verdad. La Guapita me lo recordó esa noche en solo siete segundos. El problema no era que yo me estuviese centrando en una. Eso siempre fue un acierto. El problema era que me estaba centrando en la equivocada, en la que no quería centrarse en mí.

Subimos a un taxi y regresamos a casa, me fui convencido que iba a salir de mi mal momento, que necesitaba dormir un poco, desayunar y almorzar bien y descansar ese domingo y que esa era la última noche que esperaba a Natalia.

Antes de dormir quise preparar la alarma para el día siguiente. Tenía dos mensajes de Natalia… 

‘No salí con Franco. No quise ir. Hubiese preferido salir con vos’.  ‘Te extrañé hoy’.  

Sonreí con una mueca de sarcasmo que vagamente se reflejó en el televisor apagado. ¿Justo ahora? ¿Justo en el último minuto? ¿Luego de cuatro meses? No dejé de preguntarme cosas en los siguiente media hora hasta que caí rendido.

No me arrepiento de nada de lo que sucedió. Lo que pasa conviene. Estoy convencido de ello. Vivimos aquello que necesitamos vivir, la vida siempre se empeña por enseñarnos lo que nos hace falta para crecer. Pasa que muchas veces no entendemos la lección y debemos repetir la experiencia.  Natalia y su paso por mi vida es algo que necesitaba vivir. Lo valoro, lo agradezco, no lo lamento. Hubo alegría, decepción, placer, dolor, tristeza e ilusión. Lo que importa es que aprendí, crecí, y que vivo para contarlo. Todo lo que viví me lleva a donde estoy ahora, y no cambiaría todo lo bueno que he vivido por nada, aunque la oferta fuera suprimir lo considerado negativo. Estoy más cerca de quien quiero ser cada vez. Cada mañana me reconozco más a mi mismo al mirarme al espejo, al mirarme dentro de mi propia mirada. Siento algo que se acerca a la paz.   

No, no me arrepiento de lo vivido con Natalia. Pero algunas noches, como hoy, recuerdo esta historia y a continuación, en mi mente escribo otra final distinto. La vuelvo a recordar y la vuelvo a rescribir y así hasta quedarme dormido…  Pienso en esta historia, no sin cierta nostalgia, y la recuerdo como la noche en que todo pudo haber sido diferente, en la que todo pudo haber empezado a fluir. Tuve que esperar para ello. Pero esa será para mí, sin duda, la noche en la que todo pudo cambiar.

miércoles, 16 de enero de 2013 0 comentarios

12. Balance

Hace más de un mes la vi por última vez. Estaba radiante. Hoy, algunas cordilleras y otras tantas fronteras nos separan, y la sé radiante. De este lado del planeta, nada se compara con ella.

El subte allá es una incógnita. El tránsito es igual de caótico acá, o peor. El clima está agradable, allá el sol arrecia. Mi cuerpo está fuera de forma, pero mi voluntad está en mejores condiciones que nunca. Empecé a entrenarme en serio. Ojalá Charly me pudiera ayudar. Creo que ningún otro profe sabe ponerme a punto como él.  

Tengo mucho trabajo pendiente y algunos proyectos por desarrollar. Quiero darme tiempo para todos quienes quieren verme y charlar conmigo, luego de tantos años. It takes two to tango… no prometo nada, solo mi mejor sonrisa, mi mejor charla y mi mejor compañía.

Mi laptop está lesionada. Se calienta con más facilidad que pitbull encadenado. Podría ser un esguince. Le doy una semana de baja. Aunque a veces, la medicina nos sorprende con sus avances. Siempre que esto pasa tengo miedo por tanto escrito sin terminar, tanto artículo por escribir, tanto trabajo por despachar… mis fotos y mis canciones, mi música.

Me muero de ganas de patear un balón, pero con sentido. No me interesa patearlo porque sí.  Quiero dar y recibir pases, quiero entrenar, jugar, ganar, asistir, definir, defender, recuperar… Extraño el fútbol. Extraño dirigir los domingos. Extraño los entrenamientos. Extraño a mi equipo.

Me hacen falta los jueves en Capital. Casi tanto como los domingos, específicamente en Costa Salguero. Siento que me quedé un poco huérfano sin los jueves. Tengo ganas de volver a aprender, de volver a escuchar y contar… contar cosas que no le cuento a nadie... y que a veces, termino contando aquí. Tengo ganas de más abrazos.

Me hace falta el café con leche condensada en el Mc Café de Recoleta, casi tanto como el café havanna en Plaza Pringles en Rosario.  Siento la necesidad de tomar café ahí, mirando a la gente pasar por Calle Córdoba, en compañía de un buen libro, o de un no tan buen cuaderno y una birome.

Tengo a mi chow-chow, Kobe, conmigo y a mis pies, dormido pero pendiente de mi menor movimiento para despertarse y acompañarme. Hace poco llegó a casa Kena, la pequeña cachorra, también una chow. Es una necesidad que mis perros tengan la lengua morada y el paladar negro, patas gruesas, cola enrrollada, hocicos chatos y orejas levantadas como los tienen todos los descendientes más directos de los lobos. Me encantan. Son una mezcla de leones, lobos y osos en un solo animal. Son independientes, orgullosos, voluntariosos, inteligentes, algo cascarrabias. Se necesita paciencia, ingenio y mucho carácter para educarlos.

Saldo cuentas. Intento ahorrar, trabajo mucho, como fruta y bebo mucha agua. Siempre extraño lo que tuve y aún lo siento mío. Siempre valoro lo que recupero cuando vuelvo. Mi vida se ha convertido en una especie de soltar para sujetar continuo… A ratos, eso me desespera. A ratos, eso me divierte. Tengo muchas ganas de volver a escribir y este es el primer intento, un balance general.

Me falta encontrarme con ella. Estará radiante, pese al calor. Pero me queda mi memoria cargada de sus memorias…Mi memoria siempre exacta, siempre intacta, martillando, proyectando, pasándome el replay de imágenes nítidas, aromas claramente distinguibles, carentes de sonido por propia elección. Me gustaría que las imágenes viniesen acompañadas del sonido de  un viejo proyector de películas y así quedarme dormido esta noche mirándola sonreírme, sin saber que decirme, ni cómo responderme, como si tuviese miedo que en sus ojos encuentre las respuestas; como si tuviese ganas que en sus ojos encuentre esas respuestas... Como si tuviese ansias de encontrar sus respuestas en los míos, solo que aún no se atreve. 


 
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